miércoles, 13 de febrero de 2008

Las bondades de una buena siesta

Una siesta después de comer es una necesidad del organismo grabada biológicamente en los genes. Numerosos estudios han demostrado que este maravilloso paréntesis permite aumentar la concentración, el rendimiento, la productividad, la creatividad e incluso reduce el riesgo de sufrir un infarto.

Después de comer la temperatura del cuerpo desciende y nuestro cuerpo comienza a producir unas sustancias soporíferas que se encuentran de forma natural en el organismo y que provocan la sensación de sueño que se produce en las primeras horas de la tarde. Que dulce momento, sobre todo si pudieramos realizar la ansiada siesta. Pero salvo que estemos en Japón aquí no hay siesta que valga para los que curramos.

La duración de la siesta es un factor controvertido en todos los estudios: para unos más de media hora puede alterar el sueño nocturno, para otros la siesta podría prolongarse hasta el infinito y no les supondría ningún problema. La mayoría de la gente afirma levantarse de malas pulgas si echa una siesta larga. Sin embargo, según todos los expertos de sueño, todo tiene una base biológica, por lo que tan posible es la existencia búhos o madrugadores como dormilones o siesteros... Cada cuál según sus gustos y necesidades y todo perfectamente razonable.

Así que por mucho que se le pueda agradecer a algunas empresas (sobre todo en Japón) su buena voluntad con la creación de salas específicas para la siesta, para algunos como yo, esto nunca será suficiente. Dormilones del mundo: no os traguéis sin más las conclusiones de algunos que dicen que la siesta superior a los 15 minutos ya no tiene ninguna bondad. Siempre que podáis lanzaos a una siesta y olvidad el despertador (no olvideis que hay hoteles alquilan habitaciones por horas para echar una cabezadita: malpensaos!)

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