jueves, 21 de febrero de 2008

Momento sofá

Últimamente reflexiono poco, estoy en periodo de encefalograma plano. Sí, alguien tan inteligente como yo también tiene estos periodos de pasividad ;-) ... De entre todos los momentos especiales que se pueden tener un día, sin duda el más común es el momento sofá. Con tanto tiempo libre como nos deja nuestra vida (léase con ironía, por favor), muchos de nosotros tenemos la costumbre de relajarnos un ratito en el sofá, después de cenar. Es muy triste irse derechito a la cama recién cenao, a parte de nada bueno para la salud. Aunque, bien pensado, la verdad es que no se por qué tanta aversión a irse uno a la cama directamente ya que en realidad acabamos más que fritos en el sofá, en posiciones inverosímiles y ridículas que nos pueden llevar incluso al babeo. En menos de 10 minutos somos capaces de pasar de la hiperactividad al coma profundo, ayudados por la televisión nocturna que dicho sea de paso suele ser una basura.


En mi caso, a la hora de matrimoniadas o escenas de matrimonio ya estoy al borde del coma. Y es curioso porque en lo que a mi me ha parecido un abrir y cerrar de ojos han transcurrido casi 2 horas. En ese momento me despierto con sobresalto o respingo, depende del día, como si me hubieran clavado un alfiler en el culo. ¿Qué hora es? ¿Dónde estoy? ¿Ha sonado ya el despertador? ...Codazos a la pareja, desperezarse mínimamente y finalmente, esa estupenda frase que todo el mundo ha oído alguna vez en su vida y con diferentes connotaciones “anda, venga, vámonos a la cama”. Entonces no te queda más remedio que maldecir tu suerte por no haberte puesto directamente el pijama. Seré tolai! Y ahora voy y me despejo! Esto, obviamente, no les sucede nunca a aquellos que viven mimetizados con el pijama desde que llegan a casa, pero a mí siempre me ocurre. Conclusión: que acabo teniendo que leer un ratito para volver a coger el sueño, pero mi momento sofá me ha llenado la vida.

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