lunes, 24 de marzo de 2008

De síndrome posvacacional a resignación vital

Normalmente nos bombardean con esto del síndrome posvacacional en verano, pero el hecho es que no se trata de un estado de ánimo exclusivo de estas fechas. A pequeña escala el síndrome posvacacional también sobreviene tras un soleado fin de semana, o tras una Semana Santa pasada o no por agua. El caso es que en días como el de hoy a más de uno le cuesta un triunfo salir de la cama y volver a la cruda realidad del proletario de nuevo cuño: atasco y/o aglomeraciones y un trabajo más o menos motivador. Mucho se ha escrito e inventado sobre este síndrome: que si xiste, que si no existe, que si es o no una enfermedad mental (tranquilos, que no lo es), que si es un cuento de los telediarios para rellenar hueco en verano... El caso es que llega el fatídico lunes del retorno (o martes o miércoles) y al común de los mortales nos entran los sudores, la pereza, el cansancio, el hastío y la sensación de que el 90% de nuestras vidas perdemos el tiempo estudiando o trabajando. Así que más que enfermedad, síndrome o cualquier otra cosa analizable, me quedo con que ese estado de ánimo que nos arrolla a la vuelta de unas vacaciones (mal llamado síndrome posvacacional) no es más que el tiempo que tarda una persona medianamente lúcida en resignarse a su destino mediocre y dejarse vencer por los efectos anestésicos de la rutina.

No hay claves a mi juicio para superar estas sensaciones, aunque algunos se empeñen en que sí, más que la simple y llana resignación. Eso sí, resignación con matices, pues siempre se nos acaba ocurriendo alguna propuesta de mejora de la situación. Y menos mal! La realidad a veces es simplemente dura y nuestro instinto de superviviencia, aunque aletargado, ahí sigue y nos ayuda a tirar para adelante. Así que amigos, animémonos para vernos las caras un día más y no pensemos que la semana que viene nos roban una hora de sueño del fin de semana (ya podían hacerlo del lunes). Manda narices.

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